La chapa de debajo del motor era un amasijo de grasa seca, restos de barro, pedazos de goma podrida y cosas que seguro que tienen un nombre pero que no estoy muy seguro de conocer.
Primero intenté limpiarla con KH7 y varios quilos de papel. Después usé el cepillo de metal, pero finalmente ataqué con la taladradora y un disco de alambres. ¡Mano de santo!
Una vez limpia, lijada y vuelta a limpiar enderecé con el martillo y un martir los bordes retorcidos y le di una manita de pintura negra brillante en spray comprada en el chino. ¡Alucinante el resultado! Además especificaba en el bote que era pintura resistente al contacto con combustibles. El chino es mi amigo 🙂
Una vez seca la pintura vino lo más divertido: Colocarla en el coche. Me he pasado toda la semana dándole vuelta a comprar o no comprar la goma que bordea el hueco central, al rededor del carter, pero he de reconocer que los 70€ que cuesta la goma me decidió a probar a ponerla sin goma. Mi temor era que rozase con el carter y para eso estuviera la goma, pero lo cierto es que hay espacio suficiente entre ambos, algo menos de un dedo, así que no creo que su ausencia vaya a producir vibraciones.
La he fijado con tornillos métrica 6 y tuercas con autofreno. Algunos de ellos costó un pelín meterlos, sobre todo los que iban bajo la bomba del agua, pero con un poco de paciencia y ganas nada se resiste. ¡Que bonitos se ven ahora el carter y la chapa relucientes!
Ahora el aire que sale del radiador, a contra marcha del vehículo, podrá deslizarse bajo la chapa y perderse por detrás, evitando así que este aire caliente entre de nuevo en el radiador, recociendo el circuito… O eso espero, a ver si tengo ocasión de vover a sacarlo y comprobarlo.
La siguiente «ñapa», digo «bricoseiscientos», será la instalación de las bisagras deslizantes para aumentar la circulación de aire.