Tras poner los retorvisores, el pulsador del lavaparabrisas, revisar la presión de las ruedas (de las 5), meter el gato, las herramientas, etc., etc., echamos gasolina y nos fuimos a dar una vuelta.
La verdad es que el motor va redondito, apetece moverlo con este tiempo 🙂
Durante todo el tiempo fui atento a posibles ruiditos nuevos y vigilando con siete ojos la aguja de la temperatura que iba centrada. ¡Todo perfecto! Bueno todo perfecto hasta que tras 30 kilómetros la temperatura empezó a subir, a subir y poco antes de que llegara a la zona roja decidí salirme de la carretera y dejarlo descansar.
¿Qué hacer una tarde de sábado mientras el motor se enfría? Pues aprovechar para hacerle fotos a los pájaros que emigraban en pelotón.
El agua estaba muy caliente y chorrea a un poco por el vaso de expansión.
En el momento en que la aguja volvió a bajar hasta el centro de la zona verde, seguimos ruta y durante los próximos 15 kilómetros ahí se mantuvo. ¡Genial!
El problema es que a la vuelta, ya de noche, la situación se repitió exáctamente igual: aguua en el centro y a los 30 kilómetros carrera irrefrenable hacia el rojo. Parada, un rato de rádio con el capó abierto y luego otros 15 kilómetros sin incidentes.
Lo que hice al día siguiente fue leerme todo lo que encontré en el foro sobre calentones y el primer consejo que daban en todos los post era revisar que la chapa bajo motor estuviese bien puesta. ¿Sabéis donde estaba mi chapa? Pues en el garaje desde la última reparación. De hecho estaba allí por que me aconsejaron «que no pusiera la chapa para que el habitáculo del motor respirase mejor» :s
La función de la chapa del motor es evitar que el aire caliente del radiador vuelva a entrar en él y así se re-caliente el circuito. El consejo de quitarla fue un mal consejo, así que la restauración de esa chapa y su colocación se convierte en algo urgente y primordial.