El radiador estaba en un estado lamentable, solo había que mirarlo por debajo y ver como chorreaba siempre «la gotita» de anticongelante.
Ya cuando lo compré hace 12 años tuve que rehacerle con soldadura fría bicomponente gran parte de la parte inferior para poder llegar con él hasta casa, por que perdía el agua a chorros.
Demasiado aguantó el apaño que le hice, pero ahora que estaba remozandolo todo ya le llegó la hora de una reparación en serio.
Las alternativas eran 3: Comprar un radiador nuevo, comprar uno «arreglado» o llevar a reparar/rehacer el mío.
Buscando radiadores «nuevos» por internet vi que sus precios rondaban los 300€ :/. Rehechos se podían encontrar por ciento y pico pero claro, no tenías la garantía de qué era exactamente lo que le habían re-hecho ni como se encontraban por dentro. Así que me decidí por la tercer vía: la reconstrucción total del mío.
Hay gente que dice por ahí que llevan a limpiar sus radiadores cada 2 años… Pues o mucho me equivoco o este no ha pisado un taller en su vida, así que a buscar un taller de radiadores decente en Madrid cuanto antes.
Empecé a buscarlo por internet y a llamar por teléfono a varios de ellos al azar, pero como era agosto debían estar cerrados y no tuve suerte.
Luego, leyendo algunas referencias en el foro del 600, al final localicé uno bastante bueno en la calle Antonio Pirala, 33 (Talleres Pinilla) y que además estaba abierto. Es un pequeño taller de los de «toda la vida», encerrado en una calle lateral de la M30, al otro lado de la Plaza de las Ventas.
¡Que conste que esto no es publicidad! Yo no me llevo nada, pero anoto en el blog los datos de los sitios que descubro por si puede ayudarle a alguien como a mi me ayudó esta semana.
Bueno, allí lo desmontaron entero, le pasaron las baquetas y antes de pintarlo «lo reconstruyeron enterito», dándole varias capas de estaño «por que vaya como estaba» 😛
Cuando se lo llevé, lo destapó, lo miró bien por fuera y por dentro y después de soplar y reírse para sus adentros, lo primero que me preguntó es si quería que también le quitase el termostato. Yo le dije que en realidad siempre llevo la trampilla abierta por que creo que no funciona. Por eso le pregunté que qué opinaba él y me dijo que viviendo en Madrid y durmiendo el coche en garaje, si fuera suyo él se lo quitaría para que el radiador tuviera más caudal de agua.
Así que dicho y hecho. Lo que pasa es que me lo ha devuelto tan limpito que ahora me da pena ¡Parece nuevo! Algún día lo probaré en una cacerola con agua hirviendo para saber si actúa o no. De momento en una bolsita con autocierre a la caja de repuestos.
Renovando el circuito de refrigeración del seiscientos